No saludan a extraños, se esconden tras nuestras piernas… A los dos años, muchos niños parecen vergonzosos y solo quieren estar con papá y mamá. Aún nos necesitan para sentirse seguros.
A los niños de esta edad se les llama timidos, pero en realidad lo que pasa es que son ‘socialmente selectivos’: algunos se relacionan con todo el mundo sin mayor problema y otros declinan cualquier invitación para relacionarse con nadie que no sean papá y mamá o, como mucho, la abuela.
Una etapa de grandes cambios
En esta etapa tiene lugar un momento muy importante en la vida de los niños pequeños: empiezan a dejar de serlo. Nosotros creemos saber cómo es nuestro hijo. Pero estamos en una etapa de grandes cambios. Así que no hay que apresurarse y mucho menos intentar modelar su carácter, ya que es cambiante y tenemos un largo recorrido por delante.
El desarrollo afectivo de nuestro hijo se ha cimentado sobre la relación con sus padres (y fundamentalmente con la madre). Se lanzará a explorar otras relaciones cuando esté preparado para ello. A esta edad, el niño empieza a darse cuenta de que él es alguien. Se inicia una etapa de en la que intenta imponerse en pequeños actos cotidianos como no querer ponerse el pañal o no querer bañarse.
Es la edad del ‘no’ y es la edad del ‘yo solo’. Pero también, lógicamente, es la edad del miedo. El miedo a los extraños, al mundo grande que hay ahí fuera, a todos esos ‘otros’ que de repente han aparecido en su vida. La palabra ‘tímido’ puede tener muchos significados, así que es importante saber a qué nos referimos cuando pensamos que nuestro hijo lo es: ¿No le gustan los otros niños? ¿Se avergüenza cuando algún adulto se dirige a él? ¿Le atemoriza hacer cosas nuevas? ¿Se inhibe ante los cambios?
¿Por qué?
Lo que nosotros llamamos timidez, muchas veces no lo es. Muchas de estas conductas suelen tener una explicación natural:
- No es que al pequeño no le gusten los otros niños, es que prefiere jugar solo. Normal, los niños de dos años suelen quitarse los juguetes.
- Le incomoda que los desconocidos le hablen con familiaridad: a los adultos nos encanta toquetear y hablar a los pequeños como si les conociéramos desde siempre.
- Se siente pequeño para realizar determinadas actividades.
- Los cambios le producen ansiedad (¿y a quién no?).
Es mejor prescindir de las etiquetas: ‘Es muy cariñoso con su padre y conmigo’, ‘prefiere la tranquilidad del hogar’, ‘es un crío muy pacífico’.
- Cuando un niño de esta edad se muestra vergonzoso nos está diciendo que aún necesita permanecer un tiempo cerquita de quienes le dan seguridad. Por lo tanto, no tiene sentido forzarle a relacionarse con los demás.
- Es muy importante aceptar y aprender a amar al hijo que tenemos.Porque a veces, pese a la tolerancia, el cariño y el respeto, nuestro hijo va a seguir prefiriendo la soledad a la compañía, el silencio al bullicio o lo conocido frente a lo desconocido.
- Nuestra paciencia y cariño hacia el niño tímido no deberían tener el objetivo de que ‘cambie’. Más bien deberíamos intentar que sienta que le queremos siempre, bajo cualquier circunstancia, tal y como es.
Actuar con paciencia
Quiere decir tolerar sus negativas, sus indecisiones, sus lógicos temores y sus retrocesos. Esto es actuar:
- Sin forzarle: ‘Venga, saluda a la vecina que nunca le dices hola’.
- Sin juzgarle: ‘Uyyy, qué vergonzosa’.
- Sin agobiarle: ‘Decir hola y adiós es de niños educados, ¿tú no eres educada?’.
- Y sin agobiarnos: ‘¿Será normal que mi hija no salude a nadie?’.
Ponerse en su lugar
Debemos intentar sentir lo que él siente y proporcionarle un entorno físico y afectivo en el que se sienta seguro. Con buenas dosis de ambas cosas en pocos meses los niños avanzan en todos los ámbitos.
Otras veces su timidez es una simple cuestión de carácter: al igual que hay niños muy habladores, los hay tremendamente observadores, tenaces, mimosos… Formas de ser hay tantas como personas en el mundo y nuestros hijos no son una excepción.
¿Cuándo preocuparse?
En algunos casos, una timidez excesiva nos puede estar indicando alguna anomalía.
- Va a cumplir los tres años y sigue sin tener interés alguno en jugar con otros niños o muestra una marcada ansiedad en situaciones nuevas o ante personas desconocidas.
- Se muestra insensible al contacto físico (no lo busca ni lo disfruta).
- Tiene un retraso significativo en el lenguaje (apenas dice un par de palabras con sentido) y no hace ningún esfuerzo para comunicar sus deseos o necesidades de ninguna manera (ni con gestos, ni con sonidos).
- No se relaciona ni se muestra tranquilo con, al menos, una figura de referencia (mamá, papá), ni establece contacto ocular habitual con ellos.
- Presenta retraso en algún área de su desarrollo: no mastica, no camina, etc.
Pequelandia León
Fuente : Violeta Alcocer,psicóloga,para serpadres.es