La escolarización temprana (0-3 años) es el primer ciclo de la Educación Infantil y proporciona a los más pequeños diversos beneficios relacionados con el desarrollo de habilidades cognitivas, emocionales o sociales.
La escolarización temprana permite que el alumnado español acceda a la Educación Primaria con destrezas de lectura, escritura y matemáticas superiores al promedio de la OCDE y también de la Unión Europea, además de influir positivamente en su rendimiento.
Objetivos de la escolarización temprana
La escolarización temprana es el primer ciclo de la Educación Infantil (desde los cero hasta los tres años de edad). Los objetivos de este ciclo están centrados en atender de forma progresiva el desarrollo afectivo, los hábitos de control corporal, las manifestaciones de la comunicación y del lenguaje y las pautas esenciales de convivencia y relaciones sociales de los niños, tal y como señala el Ministerio de Educación y Formación Profesional.
Beneficios de la escolarización temprana: autonomía, seguridad y valores
Un entorno estable, la posibilidad de desarrollar distintas habilidades o aprender diversos valores para la vida son algunos de los beneficios de la escolarización temprana para Ana Herrero, psicóloga y coordinadora del departamento de orientación del grupo Brains International School, que recoge a continuación cinco claves de esta etapa educativa.
- Ambiente seguro. Las escuelas infantiles suponen un entorno estable y estructurado que se compone de rutinas muy claras, unos horarios y unos ‘rituales’ con los que los niños van creando esquemas internos sobre el mundo que les rodea.
- Fomenta la autonomía del niño. El alumnado puede desarrollar su necesidad de exploración y curiosidad, además de otras habilidades a través del juego, como la autonomía personal, el cuidado de las cosas, la alimentación, la higiene, el sueño…
- Educación emocional. En los primeros años de vida, los niños se enfrentan a distintas emociones, como el enfado, el miedo o la frustración, y sin apenas recursos para entenderlas. En esta etapa, los educadores les enseñan a identificar las emociones, a legitimarlas y gestionarlas de una forma adaptativa. Los profesionales saben de la importancia de establecer narrativas de lo que va ocurriendo, para que los estudiantes puedan ir comprendiendo e integrando lo que sienten y sucede a su alrededor.
- Favorece el desarrollo del lenguaje. Esta etapa educativa se considera esencial para el aprendizaje de una segunda lengua, ya que existe mayor receptividad por parte de los estudiantes, pero también favorece otras capacidades cognitivas y motrices, que se desarrollan mediante el juego y la exploración sensoriomotora y que estimula el desarrollo del pensamiento.
- Educación en valores. Los niños tienen que compartir espacio y materiales, además de aprender a esperar (como el tiempo de atención por parte del adulto). Eso les permite entender que las demás personas también tienen necesidades, y a ir tomando poco a poco conciencia de las normas que rigen la convivencia: el respeto, la generosidad y el cuidado por uno mismo y por los demás.
Fuente : Laura Román para Educación 3.0
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