Once ejercicios sencillos para que tus hijos toleren mejor la frustración

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Para que las criaturas no se conviertan en adultos infelices e insatisfechos es fundamental hablarles de la frustración. La autoestima, el aprendizaje y la salud mental beben del miedo a caerse, errar o quedar los terceros.

El señor Mapache está empeñado en ser siempre el primero del bosque. Destaca por recolectar avellanas o corre como el más veloz. Hasta que un día no consigue serlo y eso no le gusta nada: ha llegado un zorro que le ha destronado en velocidad y agilidad. Los animales proponen hacer un día de excursión subiendo la montaña y Mapache, como sabe que ahora ya no será el primero en llegar, decide no ir. Pero se encuentra al señor pato llorando junto al río. Le consuela, se hacen amigos y deciden ir subiendo poco a poco: no para ser el más rápido, sino para ir en busca de sus amigos. El señor Mapache se da cuenta de que competir y ganar no siempre es lo mejor. Este cuento de Susanna Isern y Leire Salaberria, llamado Mapache quiere ser el primero (NubeOcho, 2015) es un buen relato para niños y niñas sobre la frustración.

Para que las criaturas no se conviertan en adultos infelices e insatisfechos es fundamental hablarles sobre el hecho de perder. La autoestima, el aprendizaje y la salud mental beben del miedo a caerse, errar o quedar los terceros. La maestra Míriam Campoy de la Escola Polinyà dice que si les hablamos a los niños en términos de ganar o perder, “estamos quitando el foco de lo importante, que sería cómo se lo han pasado mientras jugaban o qué hemos aprendido en el proceso”. Es oportuno que a nuestros mapaches les hagamos saber que perder o no obtener lo que uno desea no tiene por qué ser un signo de fracaso y “que en la mayoría de ocasiones no pasa nada por perder, y puede que en otro momento sí se consiga”, añade.

Para la profesora de Primaria y Secundaria Patricia Collado, cuando los menores se bloquean, muy común en los momentos de frustración, los adultos tenemos que hablarles “desde la calma, el acompañamiento, el respeto, el amor y la firmeza”. Y propone que, cuando pierden y se enfadan, “podemos invitarles a que se vaya a un lugar que les transmita tranquilidad y paz”. No un rincón de pensar al uso, “sino un sitio en el que se encuentren bien y les apetezca estar cuando algo les ha ocurrido”. “Enseñarles a respirar hondo para apagar el volcán que se les ha encendido en el interior y en las manos, darles una pelota relajante o un peluche al que abrazar”, continúa. Según la experta, canalizar la ira, el enfado y los impulsos es un proceso necesario.

Trabajar la frustración desde la infancia ayuda a superar miedos y obstáculos con más facilidad, así lo considera la maestra Campoy: “Favorece la flexibilidad, la adaptación a múltiples situaciones y la estabilidad emocional, puesto que nos prepara para encajar la adversidad”. Para Patricia Collado, la rabia, la decepción, la ira se disparan por la subida de adrenalina y afirma que como madres “no queda otra que acompañarles, dejar que la frustración se pase de manera natural, sin reproches, sin gritos, sin pérdidas de paciencia y, por supuesto, sin pegar a un niño o a una niña, que esto último nunca está justificado”.

Campoy añade que el juego es la mejor herramienta de aprendizaje. Así que recomienda que las madres y los padres les dediquemos tiempo de calidad, y con el móvil apagado y la escucha activa disfrutemos de juegos de mesa. En clase y en casa, “hay que dejar que la expresen, que la transiten, pero poniendo límites. No hay que aceptar enfados desmesurados ni agresividad”, afirma. Y aconseja el deporte al aire libre entre hermanos o familiares: “También les puede ayudar a canalizar emociones, así como a trabajar los niveles de frustración”.

Mª Consolación Vicente Martín es orientadora del equipo de atención temprana de Getafe y cree que para enfrentarnos al mal perder, tenemos que educar en valores y en el respeto hacia los demás. Esta educadora señala unos puntos importantes que como madres y padres podemos seguir cuando las criaturas pierden y se enfadan:

  • No mostrar ansiedad y evitar con nuestro nerviosismo agudizar la crisis.
  • No responder ante la frustración y esperar a que se les pase.
  • No tratar de controlar la frustración gritando, pegando u obligando al niño de cualquier otra manera brusca a que cambie de actitud.
  • Lo mejor es dejar que la frustración pase de forma natural, pensando que si una conducta no es reforzada tiende a extinguirse.

“Lo peor que podemos hacer ante una frustración es acceder a la solicitud que la ha provocado; es decir, un niño no puede nunca salirse con la suya utilizando este método. En caso contrario, aprenderá a usarla cada vez que quiera algo con mecanismos más sofisticados para expresar su ira. El niño debe saber que si quiere algo debe expresarse con serenidad, negociando las cosas relajadamente, pidiendo las cosas con corrección y aceptando de buena gana una negativa por parte de sus padres”, explica Vicente Martín. La experta propone varios ejercicios para educar en la tranquilidad y la tolerancia a perder.

Once ejercicios sencillos para que tus hijos toleren mejor la frustración

  1. Enseñarle a controlarse. Es importante que el niño ponga nombre a la sensación que le invade. Que si está enfadado sepa que lo siente se llama “tal”. Podemos emplear la palabra “calma” o “stop” cuando esté intranquilo, y decirlo mientras físicamente le obligamos a parar. En ocasiones una simple palabra, con trabajo previo, consigue bajar revoluciones.
  2. Técnicas de relajación. Si le enseñamos a respirar siendo consciente de los dos pasos: inhalar y expirar, los pequeños pueden conseguir concentrarse en ambos movimientos y calmarse poco a poco. Algunas técnicas del yoga, son válidas y muy recomendables para las criaturas.
  3. Ignorar la frustración. Podemos acompañarles en los momentos en los que se frustran pero, sin darlos alas ni hacer de lo pequeño algo grande. Interesa que el momento pase, más que ahondar en esa emoción poco constructiva.
  4. Mantener la calma. Si nos ven excitados o nerviosos, es poco probable que consigan serenarse. Aprenden y actúan por mímesis. Si estamos tranquilos y hablamos con asertividad, la tormenta pasa.
  5. Mantenerse firmes. Es esencial permanecer en una idea y seguirla sin titubeos. Si cambiamos las normas, los pareceres y los límites no quedan claros, es fácil y comprensible que se pierdan. Hablar con la pareja para ambos remar en la misma dirección es importante.
  6. Alabar al niño cuando hace las cosas bien. Tanto con palabras como con gestos.
  7. Dar ejemplo. Nunca podemos olvidar que los padres somos referentes y modelos a seguir de nuestros hijos.
  8. Hacer ver que es relevante aprender de la derrota para mejorar. No siempre se gana, no siempre nos podemos “salirnos con la nuestra”. En ocasiones es suerte, en otras trabajo, en otras es multifactorial. Podemos trabajar con la idea de que, en el segundo intento, ya tenemos medio camino hecho porque sabemos en qué consiste.
  9. Señalar la emoción cuando se produzca. Aprovechemos, por ejemplo, cuando en una película o un cuento infantil aparezca un personaje sintiéndose frustrado para señalar dicha emoción.
  10. Enseñar a los niños qué es el esfuerzo. El esfuerzo, la perseverancia y el trabajo duro son algunos de los valores que debemos transmitir para que aprendan a manejar la frustración.
  11. Proponer normas y límites. Aunque decir que “no” sea complicado, los padres debemos hacerlo, ya que adquiere un aprendizaje muy relevante para los niños, que no siempre podemos conseguir todo lo que queremos. Hay que intentar decirlo de forma positiva, no se trata de decir a todo que no, sino que hay que ofrecer al niño alternativas. Es esencial consensuar normas con nuestros hijos acordes a su edad.

Fuente : Artículo de Rocío Niebla para El Pais ( De mamas & de papas )

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